viernes, 31 de julio de 2009

Para quien corresponda.


No escribo. Hace tiempo que no escribo y, a veces hasta pienso. No escribo porque sería duro y la inconveniencia sigue siendo inconveniencia. Ahora todo va bien, va bien y no va. Por primera vez quiero a alguien,ese alguien tan alguien. Y que no se vaya, y se va y viene, y se vuelve a ir. Reconozco que estoy vieja para ballatar y no desisto. Estoy vieja, lo poco vieja que estoy, no lo suficente, con celulites hasta las cejas, con lo que fuí y lo mejor que soy, para que me reces; yo con lo mío y lo tuyo; quedarse quieto, y yo inerte; un promontorio y un siempre. Y estaré para pelear Ponientes y lo que venga gris. Te quise siempre, un poco, ahí y allá. Veo, dos viejos amantes, en definitivo azul..


viernes, 10 de julio de 2009




Ha llovido mucho ahí fuera.
Iba a escribir sobre los siempres: las noticias, los fachas, los catalanes, el Tour de Francia, lo valiente que soy hasta cuando no soy valiente. La ocultación a medias, lo justo y necesario pues, es sabido que los vacíos matan y se hace necesario el impermeable en algunos momentos. Supongo que jamás habría leído el libro de Richard Yates “Vía Revolucionaría” si Sam Mendes no la hubiese plasmado en la gran pantalla con sumo acierto, todo el acierto que arropa la distancia entre un medio y otro. O lo mismo si, y hubiese encontrado la exigüa edición de Emecé en el Mercat de Sant Antoni por un eurito y al ojeralo, diría algo así como ¡Qué tio tan triste! Triste, más triste que Fitzgerald. Es notoria mi debilidad por los tristes, incluído el paseo, y mi admiración por todo áquel que sea capaz de escribir cinco páginas seguidas. Comentaba Inma Muñoz, querida Inma,
“Yates vivió en carne propia las consecuencias de la inestabilidad emocional en una familia. Y la retrata magistralmente, sin concesiones de forma ni de contenido, con sobriedad y elegancia, demostrando un conocimiento de las profundidades del alma humana que a veces incluso asusta. Dios mío, ¿cómo puede conocer este hombre lo que temo, lo que anhelo, lo que escondo y lo que maquino? ¿Cómo ha logrado desmontar mis excusas y apartar el velo de mis argumentaciones inapelables para llegar a la verdad? ¿Cómo ha podido penetrar así en mí? Pues porque lo ha vivido él mismo: en sus propios temores, anhelos, secretos y maquinaciones, en sus propias excusas y argumentos inapelables, y en los de sus amigos, y sus vecinos, y sus compañeros de trabajo, y en los de aquellos con los que un día cruzó la mirada un segundo al pararse en un semáforo. Porque todos somos iguales. Porque hay algo que nos universaliza, y Yates ha dado con ello. Y no ha tenido miedo de desnudarse y desnudarnos en un clásico publicado en 1961, ubicado en 1955, pero que los lectores de los próximos milenios seguirán pensando que se escribió anteayer. “
Estoy de acuerdo, Inma, y hay más, hay una historia detrás de ese Bosque petrificado que bebe directamente de todas las Emmas Bovary, de Gatsby, de aquellos personajes impasibles de “la Tormenta de hielo” Dice el inefable Juan Manuel de Prada “ y es que Yates se preocupa de que sus personajes no puedan entender nada, privándolos desde el primer momento de esperanza, vedándoles los afectos sinceros, arrojándolos a un cenagal de amargura e impiedad, despojándolos -¡por supuesto!- de un horizonte sobrenatural. La literatura de Yates, por parafrasear la propaganda editorial, nos enseña lo que las personas dejan que la desesperación haga con ellas, aunque lo disfrace presentándolas como víctimas de estructuras opresoras. “ Olé, Juamanuel, lo ha descrito Vd. cojonudo, es claro que Vd. vive en los mundos de Yupi o del ABC, en su defecto y encima, nos perdona la vida. No se preocupe en absoluto, hay muchos Juanmanueles anónimos pagados de si mismos, encantados con sus miserias que se apresuran a esconder debajo de la alfombra. Vivir hacía afuera, es lo normal, no obstante, esta novela de estructura fácil y de desnudez inusitada lleva a creer irremediablemente en el escribir verdad. Este “negro” que fue en su día de Robert Kennedy y que tan sólo vendió 12.000 ejemplares de Revolutionary Road no supo nunca el éxito de su obra, y el éxito, créanme, radica en la verdad demoledora, bofetada terrible a los seres diminutos engrandecidos en humo, que renuncian a los sueños por convertirse en imitadores de nadas, incluido él mismo. Esos enanos emocionales son los exítosos y el resto, unos fracasados gilipollas, como Yates, como Aphril, como ese puñado de "nosotros". Eso es, quédate quietecito, para que nadie te robe la silla, para que jodas pero tu mujer no lo haga, para tener una imagen de sociable depredador "normal" Quédate quieto, lo suficiente para que en un momento de lucidez advenediza te llegue en una senectud bien pagada, tal vez entonces entiendas que has fracasado en la más grande tarea: vivir. Y no repetiras. Después de todo ¿Qué es el éxito sino el empeño en construir fracasos? Fracasas, luego te mueves. Aunque los vacíos maten, alguien tiene que romper la baraja. Ha llovido mucho ahí fuera, no va a llover dentro, coño, pensarán, y se equivocan, es dónde más llueve.