¿Quién teme a Virginia Woolf?

“Y son suyos todos mis compañeros de antes,
Mi perro, mi scalextric y mis amantes …”
Joan Manel Serrat




Desde hogaño siempre hemos tenido una tendencia—las mujeres---a competir entre nosotras mismas sobre todo en lo que beneplácitos ¿amorosos? se refiere—los tiempos están cambiando, esperemos—nos hemos destrozado las unas a las otras, resaltando aquellos defectos con uñas y dientes, dejándonos la piel y la mala sangre. La literatura, ha ayudado a conformar el arquetipo de mujer despechada y dolida, más bien con “la otra”, la rival y no con el amante. Veánse estas letras como signos empáticos con aquellas mujeres con las que compartí un amor, una dependencia insana, una querencia utópica. Puede que incluso alguna de nosotras coexistiera en el tiempo, otras sin duda no, aunque el resultado es el mismo, pues todas nos colocamos como fichas de domino en la que una empuja a otra hasta caer. En About Eve y en otras referencias tanto literarias como cinematográficas es claro que, siempre habrá alguien más joven y con ganas que llevarse el gato al agua, lo malo es cuando el gato huye, triste y azul como en la canción.
Empero, a Él—con mayúsculas merecidas como dios pequeño que fue para cada una de nosotras—también va mi complicidad, la de saberlos inmersos en la terrible soledad de los donjuanes-tristes gatos, tristes tigres- despiertan en mi, una inusitada ternura.
En suma, y como diría el poeta “todo pasa y todo queda” la resulta es que todo quede liviano y agradable en el recuerdo como la brisa de Cadaqués o un invierno en Mallorca. Se consigue- y no pongo a dios por testigo- gracias a las pócimas de Panoramix, a saber: un poquito de allí y de allá, Sontag, Lesinng, Siddhartha, Lispector, El desierto de los Tártaros, El cielo sobre Berlín, Durmirox, Lars Von Trier, Ordet, Loramet, Mahler, La conjura de los necios, El mejor de los mundos, las fresas con nata, estrella Damm en ración moderada, los consejos del Profesor Cojonciano,

Río sin retorno.

Nos llega la noticia de la publicación del enésimo libro sobre Marilyn Monroe. Ahora resulta que después de defender el mito—como Moix pero en cutre—Norma Jean era tan lista que estaba agobiada por los menos listos—véase, sus circunstancias—y tenía que tirar de sillón de psicoanálisis, de botellas varias y de tranquilizantes de colores.
En resumidas cuentas, no podía soportar el vacío, el silencio y las memeces enroscadas en estrellas, las del star-sistem---contradicción pura—sean envueltos en papel cuché, celuloide aventajado o constitucional del bueno.
Ahora resulta la resulta que, ese río sin retorno tenía más de Woolf que de Olivia de Havilland, afortunadamente, esa Melania insufrible que siempre acaba ganando partidas de parchís.
¿Quién teme a Virginia Wolf? Sólo aquellos—y permítanme la escatología, en estos casos es tan necesaria como miccionar entre maceta—sólo aquellos, repito, que n o entienden una mierda.
Wolf lo sabía, sabía que tenía que inventar algo que la librase de si misma. Lo malo es que la anormalidad no estaba en ella, sino en el miedo del resto para el resto. Por eso triunfan las Melanias y las Lolitas.
Virginia lo sabía, y Marilyn también. Y sin agua bendita.