jueves, 19 de marzo de 2009

Ha muerto José María Pinilla, poeta y amigo.
















En los últimos meses tuve el privilegio de contar con la amistad de JoseMaría, una amistad básicamente telefónica en la que ambos soltábamos los demonios a juguetear por el jardín, me manifestó en varias ocasiones que las cosas no andaban bien y que de todas maneras no importaba porque dejaba de escribir y nos dejaría a todos. Y yo le decía, no, coño, no. El día 15 de Febrero recibí un email en el que me decía que era una amiga de verdad-verdad y que estaba contentísimo. Pensé que la nube negra había pasado, pensé equivocadamente. Una pseudosuicida como la que fui en su día, tiende a pensar que los demás actúan bajo los mismos parámetros y que, los mañana nos traen aires novísimos. El me lo dijo en tantas ocasiones y no lo creí. Y ahí quedó, en la arena, mecido por el azul de Alfonsina en una Barcelona cada vez más inhóspita. Puedo oír graznido de las plañideras y el coro, analfabetos emocionales se apuntan a las exequias como quien se toma un refresco. No los oigas, no son ellos dignos de este acto último, el arte de morir es un grito desesperado, una protesta alzada, un pulso a los que te escucharon y un desprecio a la insolidaridad. Duerme, has obrado el milagro de aunar voluntades y abrazos. Y ahí quedó,quedo, en la arena, mecidos los ojos en un azul infinito.

MOMENTOS.
Momentos antes de que empiece a suicidarme,
voy a hacerle una última apostilla a mi diario,
sin papel ni lápiz
-hoy que los cronistas escriben en "emepetres" y narran
en el lenguaje de los símbolos-,
voy a conquistar la verdad,
no en el lenguaje hablado,
ni en el de un texto,
sino en el lenguaje del olvido,
ese que para retener palabras no usa
abecedarios ni cuartillas,
sino encías rotas
para que no perezca la caligrafía de las ganas,
de las ganas de ser y de estar
que la certeza
nunca inventa y sí destruye,
como un elegante vacío o como una sombra
al compás del silencio o la amargura,
o se bebe el vino amargo de la histeria y de la historia;
nuestra pequeña historia
que interviene, que aniquila, que araña los días,
los días
que ya no transcurren tan serenos ni tan lentos como antes.

Porque me nacen todos los miedos,
momentos antes de que empiece a suicidarme,
y se clavan en mi torso
como una garrapata
todas las luces de la lluvia,
el rumor de las miserias que tuve y las futuras condenas
que me invitan al suicidio.
Las opciones que me quedan se diluyen como avispas en su enjambre,
facturas y facturas;
facturas de todos los momentos
de los buenos tiempos y los malos,
facturas impagables e impagadas
de los favores y los hechos.
¿Por qué será que todo se paga con abuso?

Ahora que había hecho las paces con el tiempo,
ese señor huraño sin razones ni medida.
Aunque a decir verdad,
tampoco quiero desvelar todos los secretos
porque no somos de ninguna parte,
ni existimos,
tan sólo somos caminantes de aquí a la eternidad.
Somos hijos del azar y por quedar ya no queda
ni la voz de la experiencia.

Aunque sé, que de todo esto,
no vais a creer un ápice,
ante la amenaza de ese laberinto de interpretaciones
que preveo,
permitidme que os tienda un pulso,
momentos antes de que empiece a suicidarme.
José María Pinilla—Ultimos poemas--

Vicente Nuñez hablaba de la poesía como una ramera, puto mundo injusto, llenito de mediocres y de feladores complacientes. Cierto, más a mi me pesa el hombre, el hombre y la pérdida grande ante la mirada atenta de un Mediterráneo, ávido de poetas.







viernes, 13 de marzo de 2009

R.E.M. con retrato de Camille Claudel al fondo.















En estos días de letargo involuntario, el tiempo se estiraba en mi cama como un chicle con cromo dentro. Las horas multiplicadas por tres resolvían obsequiarme con más dudas y el cromo me machacaba las sábanas con un lema: “...es el único que se ocupaba de algo más que de sí mismo. Esta es la clave del sentido de la vida; amar es preocuparse por otro... es sentirse responsable por otro.” Saint-Exupéry es un genio tan deliciosamente ingenuo como cierto; lo malo de las cosas ciertas, es la imposibilidad de observarlas con ojos pragmáticos y maniatados. Si, el estado febril
suda ideas que me reconfortan en el vértice de la frase “No lo entiendo, no lo entiendo”. Mierda, media vida intentando apartar el “no lo entiendo” eso es malo, decían los psiquiatras, hay que aparcarlo ¿aparcarlo? Vamos mal entonces, Sr. Doctor rey de la fluoxetina, no tengo ni idea de aparcar vehículos. Cuan fácil son las cosas para los que son fáciles las cosas. Hoy estoy mejor-casi-bien, me he puesto en pie de un salto a las siete de la mañana, lo cual demuestra que estoy bien y he pensado justo eso ¡que bien estoy! Y después del café que me debía, he dispuesto
que tal vez era hora de empezar, a saber por donde, a arreglar lo devastado. R.E.M. a todo volumen y trapo en ristre a pelear al polvo, a batallar ácaros. Suena “ Pensé que te escuche reír. Pensé que te escuché cantar. Pienso que pensé que te vi intentándolo. Pero eso era simplemente un sueño..”
Limpiar el polvo de los libros no se me da bien, me detengo en algunos y los sostengo abrazados como si me fuesen a salvar de algo. Modigliani, ah Modigliani y Jeanne; Camille Claudel, cuanta pasión, cuanta expresividad, cuanto hijo de puta alrededor. Explicaba un día de invierno a Rodin en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, explicaba a Rodin al nombrarlo para explicar a Claudel; ella y su excepcional obra. En L Âge Mûr veo representada la escena: Camille, arrodillada y suplicante, dirigiendo sus manos hacia él, Rodin, quien le da la espalda mientras la exmujer de Rodin medio ángel medio bruja (que representa a Rose Beuret) se lo lleva. Pasó los 30 últimos años de su vida en el manicomio de Montdevergues. Allí murió sola. Sigue sonando “Losing my religon” y resuelvo que hoy no es hora de desempolvar libros, hoy es dia de lavabos y asepsia, de meter mano al W.C. agüita clara y lejia espesa como sanadora saliva,la tuya, que diluya esta tristeza mía al saber que me estás perdiendo.
“Ahí estoy en la esquina
Ahí estoy en el centro de las miradas
Deshaciéndome de mis creencias
Tratando de mantenerte conmigo ...”


miércoles, 4 de marzo de 2009

Recuerdos, olvidos e hipocóndrias varias.




















"Tata Lali"
Jùlia Morral

He estado unos días alejada de mi. Comentaba madre “estás fuera de ti” y es cierto. Ubicada exactamente entre una urticaria galopante y un silencio inhóspito, la soledad me supera y la hipocondría invade los huecos tristes de tu ausencia. Dedico las pocas fuerzas que me restan a husmear cualquier tipo de razón, razonable-en redundante, que pudiere ser la causa de tal estropicio. La investigación no da resultados y los sres. galenos me tienen hasta las mismísimas con sus aseveraciones icognitivas, esto es, resultados autoinmunológicos o lo que es lo mismo, no tienen ni puñetera idea. Será que me he convertido en una kamikaze emocional. Todo lo que pasa es emoción; rasco que te rascarás y me puteo para tapar otras emociones. Autodestrucción. El dolor se combate con otro dolor más grande. En efecto, mi urticaria y yo no hemos hecho amistad, no es un unicornio azul ya que puestos a tapar, coño, algo más sugerente requiero. Y aquí sigo, mejorando dentro de la normalidad anormal, mientras leo que ha muerto Pepe Rubianes de un cáncer de pulmón. Mierda, Rubianes, ahora no - la puta España, esa parte que también conocía Larra se alegrará—esa, esa en concreto a la que te referías, si- Por un momento pienso en la pérdida y por otro, en ese acto tan egoísta e inevitable de empatizar con el miedo, desasosiego invade entre urticarias, pulmones y un cenicero rebosante de Ducados asesinos. En este lapso de días y noches de pasión cutánea, lo peor ha sido el silencio, tu silencio. Un silencio explicado con un sencillo “me olvide”. Te olvidaste de recordarme; te olvidaste de recordarme y de recordar que estaba enferma; te olvidaste de recordarme y de recordar que estaba enferma y que tenías que recordar que según tus recuerdos recordabas que me habías querido siempre. Escucho a O`connor mientras preparo un café lloroso y me vuelvo niña. Tal vez necesites un pósit para que la nevera de tus noches recuerde mi nombre. Estoy buscando la paciencia entre los fármacos y tu imagen. Haz el favor de esperame y no olvidar mis ojos en tu número de teléfono.

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