viernes, 10 de julio de 2009




Ha llovido mucho ahí fuera.
Iba a escribir sobre los siempres: las noticias, los fachas, los catalanes, el Tour de Francia, lo valiente que soy hasta cuando no soy valiente. La ocultación a medias, lo justo y necesario pues, es sabido que los vacíos matan y se hace necesario el impermeable en algunos momentos. Supongo que jamás habría leído el libro de Richard Yates “Vía Revolucionaría” si Sam Mendes no la hubiese plasmado en la gran pantalla con sumo acierto, todo el acierto que arropa la distancia entre un medio y otro. O lo mismo si, y hubiese encontrado la exigüa edición de Emecé en el Mercat de Sant Antoni por un eurito y al ojeralo, diría algo así como ¡Qué tio tan triste! Triste, más triste que Fitzgerald. Es notoria mi debilidad por los tristes, incluído el paseo, y mi admiración por todo áquel que sea capaz de escribir cinco páginas seguidas. Comentaba Inma Muñoz, querida Inma,
“Yates vivió en carne propia las consecuencias de la inestabilidad emocional en una familia. Y la retrata magistralmente, sin concesiones de forma ni de contenido, con sobriedad y elegancia, demostrando un conocimiento de las profundidades del alma humana que a veces incluso asusta. Dios mío, ¿cómo puede conocer este hombre lo que temo, lo que anhelo, lo que escondo y lo que maquino? ¿Cómo ha logrado desmontar mis excusas y apartar el velo de mis argumentaciones inapelables para llegar a la verdad? ¿Cómo ha podido penetrar así en mí? Pues porque lo ha vivido él mismo: en sus propios temores, anhelos, secretos y maquinaciones, en sus propias excusas y argumentos inapelables, y en los de sus amigos, y sus vecinos, y sus compañeros de trabajo, y en los de aquellos con los que un día cruzó la mirada un segundo al pararse en un semáforo. Porque todos somos iguales. Porque hay algo que nos universaliza, y Yates ha dado con ello. Y no ha tenido miedo de desnudarse y desnudarnos en un clásico publicado en 1961, ubicado en 1955, pero que los lectores de los próximos milenios seguirán pensando que se escribió anteayer. “
Estoy de acuerdo, Inma, y hay más, hay una historia detrás de ese Bosque petrificado que bebe directamente de todas las Emmas Bovary, de Gatsby, de aquellos personajes impasibles de “la Tormenta de hielo” Dice el inefable Juan Manuel de Prada “ y es que Yates se preocupa de que sus personajes no puedan entender nada, privándolos desde el primer momento de esperanza, vedándoles los afectos sinceros, arrojándolos a un cenagal de amargura e impiedad, despojándolos -¡por supuesto!- de un horizonte sobrenatural. La literatura de Yates, por parafrasear la propaganda editorial, nos enseña lo que las personas dejan que la desesperación haga con ellas, aunque lo disfrace presentándolas como víctimas de estructuras opresoras. “ Olé, Juamanuel, lo ha descrito Vd. cojonudo, es claro que Vd. vive en los mundos de Yupi o del ABC, en su defecto y encima, nos perdona la vida. No se preocupe en absoluto, hay muchos Juanmanueles anónimos pagados de si mismos, encantados con sus miserias que se apresuran a esconder debajo de la alfombra. Vivir hacía afuera, es lo normal, no obstante, esta novela de estructura fácil y de desnudez inusitada lleva a creer irremediablemente en el escribir verdad. Este “negro” que fue en su día de Robert Kennedy y que tan sólo vendió 12.000 ejemplares de Revolutionary Road no supo nunca el éxito de su obra, y el éxito, créanme, radica en la verdad demoledora, bofetada terrible a los seres diminutos engrandecidos en humo, que renuncian a los sueños por convertirse en imitadores de nadas, incluido él mismo. Esos enanos emocionales son los exítosos y el resto, unos fracasados gilipollas, como Yates, como Aphril, como ese puñado de "nosotros". Eso es, quédate quietecito, para que nadie te robe la silla, para que jodas pero tu mujer no lo haga, para tener una imagen de sociable depredador "normal" Quédate quieto, lo suficiente para que en un momento de lucidez advenediza te llegue en una senectud bien pagada, tal vez entonces entiendas que has fracasado en la más grande tarea: vivir. Y no repetiras. Después de todo ¿Qué es el éxito sino el empeño en construir fracasos? Fracasas, luego te mueves. Aunque los vacíos maten, alguien tiene que romper la baraja. Ha llovido mucho ahí fuera, no va a llover dentro, coño, pensarán, y se equivocan, es dónde más llueve.

5 comentarios:

BUENAS NOTICIAS dijo...

Joder, Labelia, tiras con bala y das en el pleno centro de la diana. Genial post, me ha encantado. Y, como otras veces, tu final es demoledor. Te mando un abrazo enorme que te sirva de impermeable para esa lluvia de dentro, que es la más difícil de secar...

Elena
Yo también comenté en mi blog "Revolutionary Road", porque me impactó tanto la película que días después de verla aún estaba descolocada.

Anónimo dijo...

Lali, lo que has escrito me produce inquietud: ya no puedo dejar de moverme. Y no me refiero a que me de miedo J. M. de Prada, que me lo da... Se me acelera el pulso. Se me ha puesto la cara blanca. Me pica todo. ¡Dios mío hay tantas cosas que hacer, en la vida!

Algo se mueve, además de eso. El caso es que próximamente tendré buenas noticias de las relacionadas con el moviemiento. No me refiero a la mudanza, no. Ya te contaré.

Esta lluvia ha sido de lo más nutritiva para tu escrito. La fertilidad debería ser un motivo para la danza, como lo es en las tibus: para invocarla y para celebrarla. Así que déjate de tristezas y tómate un vino, jodía, que te que ha quedado sublime.

Anónimo dijo...

Por cierto, yo también siento debilidad por el Paseo de los Tristes, bajo la Alhambra y el Albayzín. Ya me entiendes.

La paciente nº 24 dijo...

Pues a mí me dan ganas de fracasar, joder, que al menos eso podría significar algo ¿significar? Fracasar mucho y muy bajo, o caer bajo, caer al menos. Y la tristeza, a ser posible, dejarla para los genios, para ver si se les nota de una vez la genialidad. Eso, eso.

Felipe dijo...

Con cada fracaso, un torrente de vitalidad recorre tu cuerpo empujado hacia un nuevo reto... ¿quién quiere la placidez adocenada del éxito?