miércoles, 9 de enero de 2008

UN TRANVÍA LAMADO MAR

"Mar en que está la sal de la vida, mar de cerradas sepulturas aún no cavadas,Rugiente mar que engendras tempestades, mar delicado y caprichoso, Soy universal como tú, soy también de una faz y de muchas faces."
Walt Whitman.

Gracias por tus palabras, por seguirme, por leerme, por estar y por tantos “por” que, los puristas de las palabras vacías dirán que soy tremenda y redundante—y lo soy, ambas cosas—aunque, Mar, que no sepas insertar un comentario me levanta una sonrisa, ambas dos somos negaditas para esto, eh.
Si, a mi también me hubiese gustado que Withman me regalara algo y puede que lo hiciera.
Tu eres el Mar en el que está la sal de la vida, yo no soy ni tan siquiera la sal de la tierra ¿recuerdas la película?
Sin embargo, recordarás también Wood y su periplo por el “Esplendor en la hierba” Elia Kazan, claro y Texas (ya sabes que nunca hay que pasar por ahí)
“Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello, que me deslumbraba. Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba de la gloria en las flores, no hay que afligirse. Porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo...”

Solo pocos los que se quedan al lado de los exploradores del abismo (Vila-Matas), muy pocos,, cuando en realidad no somos ni tales, la diferencia estriba, sutil pero perceptible, en la implicación con la realidad que nos rodea. Me nombraste como “Una isla llamada Labelia”, pero no una isla encerrada en si misma (Donne) más bien un islote agreste ante tanta cosificación: la sociedad de la apariencia y la frivolidad.

A veces, uno recibe cartas desde Indochina y se da cuenta del valor de la amistad.


“Yo. Tal vez hija de mi padre,
soy mayúscula en resultados
no vistos por el hombre que ignora
la existencia, de un jardín oculto
como los pensiles de Babilonia
en los que sólo entro, de vez en cuando,
a codearme con los Ruc y las estrellas del sur.”

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