miércoles, 22 de octubre de 2008

LARGA ES LA NOCHE.





María del Rosario Endrinal Petit


«Se nos fue la mano.»
A tres jóvenes se les fue la mano y una mujer, que leía o decía en voz alta poemas de Amado Nervo y escribía cuentos cortos, ha muerto quemada en Barcelona. Han sido dos días de agonía en la unidad de quemados del hospital Vall d’Hebron. La quemaron en la oficina de una entidad bancaria, la Caixa. En uno de esos cubículos que llaman cajeros automáticos.
“Tu cabellera es negra como el aladel misterio;
tan negra como un lóbrego
jamás, como un adiós, como un quién sabe.
Pero hay algo más negro aún: tus ojos.”
Así sonaba Amado Nervo en la voz de la mujer quemada.
«Se nos fue la mano.»
«Se nos fue la mano.»
Esta frase breve hace vibrar los cristales de las ventanas de Barcelona y que nos trae en boca y en pluma, Arturo San Agustín en “La noche que quemaron a la mendiga” un libro que se presenta el próximo día 24 y tal vez-ojalá-sirva para entender cuan larga es la noche.
Nadie nace en un banco rodeado de cartones, ni en un cajero, ni en un puente. Detrás de cada uno de esos ¿Indigentes? ¿Inadaptados? Hay una historia, una vida.
La noche, esa larga noche del trago y la pastilla.
La noche, esa larga noche que el indigente teme y por eso aún abusa más de lo que le perjudica, porque en realidad ya nada le puede perjudicar más.
A Charo la mataron dos veces, o dos veces mil. La mató, primero la insolidaridad, la falta de piedad, la resulta de una cobardía; más tarde, arribó el brazo ejecutor, estos desalmados, homicidas crueles y grotescos, para los que no tengo adjetivos calificativos suficientemente extensos.
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Murió con el 70% de su cuerpo carbonizado y la cara quemada, atacada mientras dormía entre cartones en un cajero del barrio barcelonés de Sant Gervasi. Diez años antes viajaba en yate y disfrutaba de una vida cómoda. Era muy coqueta. Y muy apasionada. María del Rosario Endrinal Petit, Charo, era secretaria de dirección de los supermercados Pryca. En aquella empresa conoció a un directivo francés para huir de un matrimonio anodino. Dejó a su marido e hija pequeña por un nuevo amor y su familia nunca se lo perdonó. Cuando Jan la abandonó y ella regresó a Barcelona le dieron la espalda. Ella nunca se recuperó de ese desengaño amoroso. Luís Riera, la última persona que se preocupó por ella, dijo a El periódico de Catalunya que “Jan fue el gran amor de su vida”. Ese fracaso sentimental la hundió por completo, y sin la ayuda de su familia acabó malviviendo en la calle. La noche que la atacaron tenía 51 años. Luís guarda algunas fotos de Rosario en las que nadie podía imaginar que acabaría viviendo en la calle. “Le encantaba pintarse, arreglarse y que le hicieran fotos”. En una de sus preferidas, la mujer aparece vestida de época. “En un viejo baúl de la casa de mis padres encontré un vestido de seda de mi bisabuela. Se lo regalé. Parecía cosido para ella”. Su último compañero sentimental confesó que Charo no supo pasar página. “Se iba en busca de Jan, él la rechazaba y ella regresaba abatida, rota, perdida”. Comenzó a beber, a vagabundear y estuvo ingresada un tiempo en el psiquiátrico de Sant Boi. Luis se la llevaba los fines de semana. “Le gustaba ir a los restaurantes de playa a comer almejas”. Luís se siente arrepentido por no haber hecho más por ella. “Sólo me tenía a mí en esta vida”. Tras salir del hospital volvió a la calle. Poco a poco fue dejando las aceras de Sants, siempre cerca de la casa de su madre, y se trasladó a Sant Gervasi. “Sus primeras noches en la calle las pasó con un abrigo de visón. Qué locura. Se lo robaron el segundo día”. La historia de Charo nos recuerda que todos los indigentes tienen un pasado, una familia, mala suerte. Son personas, con dignidad. Aunque no tengan nada.
http://www.lasextanoticias.com/noticia/dama/cajero/274311
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Recuerdo las palabras de John Donne
“Nadie es una isla encerrada en si mismo…Nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”
Y es que nadie, repito, nadie, está exento de caer y volver a caer. El filo de la navaja, la delgada línea roja que separa “lo normal” de lo “anormal” es impredecible.
A Charo la mataron por lo menos dos veces.
“Se nos fue la mano” declaran los miserables. Mientras, la familia que la había negado tres veces mil, reclama una cuantiosa indemnización, ironías de la puñetera vida.
Tal vez con las treinta monedas que consigan paguen un funeral digno—el cadáver estuvo varias semanas sin reclamar- que les alivie la mala conciencia, aunque eso es imposible, para tener mala conciencia primero habría que tener conciencia.
Repito, a Charo la mataron dos veces y ahora sus enemigos quieren cobrar a la muerte.
Treinta monedas con las que le personaje de R.J. Sender, Mosén Millán diría:

“Yo digo en sufragio de su alma. esta misa de réquiem, que sus enemigos quieren. pagar.”

Y ahora, sigan con sus vidas, gimoteando con libros infumables, lloriqueando con películas pastelosas y sin ver la realidad.
Ella no supo pasar página. Hay gentes que no tienen página que pasar pues caminan anestesiados, no saben lo que es el dolor y por ende, tampoco saben de amor ni de remar al viento, no aprendieron a leer en los ojos, ni a recitar en esquinas redondas. Ella, si.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No mes desde la sebsibilitat i l´empatía es pot creixer cada día.
Et deixo un regal,perque tu com ella,tens els ulls plens de paraules
http://es.youtube.com/watch?v=a8EW1aiRJQY
" I em vaig tornar a girar de cara a la porta i amb la punta del ganivet i amb lletres de diari vaig escriure Colometa, ben ratllat endintre, i, com d'esma, vaig posar-ma a caminar i les parets em diuen que no els passos, i vaig ficar-me a la plaça del Diamant: una capsa buida feta de cases velles amb el cel per tapadora. "M. Rodoreda.
Tots el petons i totes les nits de lluna plena.